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La mujer encorvada (Reflexión)

  La Mujer Encorvada: Una historia de dolor y esperanza

La historia de la mujer encorvada Luchas 13: 10-13

El relato de la mujer encorvada en el Evangelio de Lucas (13:10-13) es uno de esos pasajes que van más allá de la narración de un milagro físico. Es un mensaje lleno de compasión, poder y enseñanza para nuestras vidas. Esta mujer, que llevaba dieciocho años encorvada y sin poder enderezarse, representa mucho más que una dolencia corporal; es un reflejo de cómo el pecado, la opresión espiritual, las cargas de la vida y las heridas emocionales pueden doblar el alma de una persona hasta quitarle la capacidad de levantar la vista al cielo.

Jesús no solo vio su condición física, sino que también restituyó su dignidad, su libertad y su propósito. Esta reflexión busca profundizar en el significado del pasaje y en las lecciones que nos deja hoy, porque en muchos sentidos, todos hemos estado “encorvados” alguna vez, y todos necesitamos experimentar la liberación que Cristo trae.

El pasaje bíblico de la mujer encorvada: Lucas 13:10-13

“Enseñaba Jesús en una sinagoga en sábado; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.”

Este texto es breve, pero sumamente profundo. En pocas líneas encontramos el sufrimiento prolongado, la mirada compasiva de Jesús, la autoridad para liberar, y la respuesta agradecida de la mujer. A partir de aquí podemos extraer una serie de enseñanzas.

La presencia de Jesús: el inicio de la transformación

La escena comienza en la sinagoga, un lugar de enseñanza, oración y reunión religiosa. Allí se encontraba la mujer, como probablemente muchas otras veces, escuchando la Palabra sin experimentar un cambio en su situación. Esto nos recuerda una verdad crucial: la religión por sí misma no transforma vidas, solo Cristo lo hace.

Muchos pueden estar rodeados de actividades espirituales, ir al templo, leer la Biblia, escuchar sermones… pero si no está Jesús, todo se convierte en rutina vacía. La mujer no fue sanada por el lugar, ni por la costumbre, ni por los rituales, sino porque ese día Jesús estaba presente.

La Biblia resalta constantemente el poder transformador de la presencia de Dios:

  • Cuando el arca del pacto estaba en la casa de Obed-edom, la bendición de Dios llenó su hogar (2 Samuel 6:11).
  • Cuando Isaías estuvo en el templo y vio la gloria de Dios, su vida fue sacudida y transformada (Isaías 6:1-8).
  • Cuando los discípulos estaban en el aposento alto, la presencia del Espíritu Santo los llenó de poder y de valor (Hechos 2).

Así ocurre con nosotros. No es suficiente estar en un lugar religioso, necesitamos experimentar la presencia real de Cristo en nuestros corazones. Cuando Él aparece, lo imposible se hace posible.

Una mujer invisible para la sociedad, pero visible para Dios

El evangelista Lucas, un médico de profesión, se interesa en detallar la condición de esta mujer, pero no menciona su nombre. A ojos humanos, ella era irrelevante. Probablemente, en su cultura, su condición física la colocaba en un nivel de marginación. La gente la veía como un caso perdido, tal vez como alguien castigada por Dios.

Aquí se refleja una realidad dura: el dolor prolongado puede volvernos invisibles ante los demás. Muchas veces las personas dejan de interesarse en quienes sufren durante años, y en vez de compasión, sienten indiferencia. Tal vez tú mismo has sentido que tu dolor no importa, que tu historia no tiene valor, o que ya nadie espera algo nuevo de ti.

Pero la Escritura recalca un detalle poderoso: Jesús la vio. La mirada de Cristo no es la misma que la de los hombres. Donde otros ven un cuerpo encorvado y un problema sin solución, Jesús ve un alma preciosa y una vida que puede ser restaurada.

Recordemos otros casos:

  • Jesús vio a Zaqueo subido en un árbol, invisible para la multitud pero visible para la gracia (Lucas 19:5).
  • Jesús vio a la viuda pobre que echó dos blancas, y exaltó su fe por encima de los ricos (Lucas 21:2-3).
  • Jesús vio al ciego Bartimeo, aunque los demás lo mandaban callar (Marcos 10:49).

Esto nos enseña que Dios nunca ignora nuestro dolor. Tal vez no llevas un encorvamiento físico, pero tu corazón ha sentido el peso de ser ignorado o incomprendido. Si los hombres no te ven, ten la certeza de que Jesús sí te ve.

El encorvamiento físico y espiritual

El relato dice que la mujer estaba encorvada por un “espíritu de enfermedad”. No era solo un problema médico, sino una opresión espiritual que afectaba todo su ser. Esto nos abre una dimensión simbólica: hay encorvamientos del alma que nos impiden vivir rectos delante de Dios.

Veamos algunas formas de encorvamiento espiritual:

  1. Cargas emocionales: Personas heridas por abusos, traiciones o pérdidas que llevan una vida doblada hacia abajo, incapaces de mirar hacia adelante con esperanza.
  2. Culpa y pecado no confesado: El pecado no resuelto nos roba la libertad. El salmista dijo: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos” (Salmo 32:3). La culpa encorva el alma y no nos deja disfrutar de la comunión con Dios.
  3. Opresión espiritual: El enemigo busca mantener a las personas esclavizadas en adicciones, miedos o pensamientos destructivos. Tal como esta mujer, muchos están bajo un “espíritu” que los mantiene atados.
  4. Vergüenza y desánimo: Hay quienes caminan cabizbajos por la vida, sintiendo que no valen nada, que no pueden levantar su rostro.

El encorvamiento espiritual tiene una característica: te impide mirar al cielo. La mujer encorvada solo podía mirar al suelo, y espiritualmente esto simboliza una vida enfocada en los problemas, en la tierra, en lo limitado, sin levantar la vista a Dios.

Pero cuando Jesús toca tu vida, te endereza. Te permite volver a mirar hacia arriba, levantar tu rostro, y recordar que no fuiste creado para andar agachado, sino para caminar erguido en dignidad y libertad.

Dieciocho años de espera: la paciencia en medio del sufrimiento

El detalle de los dieciocho años no es casualidad. En la Biblia, los números muchas veces tienen un simbolismo. El número 18 se asocia con atadura y esclavitud, y esta mujer es un reflejo de cómo alguien puede estar largo tiempo bajo una opresión sin lograr liberarse por sí mismo.

Imaginemos su vida durante esos años:

  • Tal vez al inicio pensó que era algo pasajero, pero al ver que pasaban los meses y nada cambiaba, vino la desesperanza.
  • Quizás recibió palabras crueles: “Eres así porque Dios te castigó”, “Nunca serás sanada”.
  • Tal vez lloró de noche pidiéndole a Dios una respuesta que parecía no llegar.

Este proceso nos enseña que el tiempo de espera puede ser duro, pero también es el espacio donde Dios trabaja en nuestra fe y nos enseña la perseverancia. La espera no significa olvido.

Otros en la Biblia también esperaron largos periodos:

  • Abraham esperó 25 años para ver el cumplimiento de la promesa de un hijo.
  • Israel esperó 400 años en Egipto antes de su liberación.
  • El paralítico de Betesda esperó 38 años junto al estanque hasta que Jesús lo sanó (Juan 5:5-9).

En cada caso, el día del milagro llegó. Así también para esta mujer: tras dieciocho años de dolor, llegó un día diferente, un día señalado por Dios. Ese día Jesús estaba en la sinagoga y su historia cambió para siempre.

Lo mismo ocurre contigo: puede que tu proceso sea largo, pero llegará el día en que Dios dirá: “Hasta aquí llegó tu encorvamiento”.

Jesús la llama: una invitación personal

El texto dice que Jesús no solo la vio, sino que la llamó. Esto es significativo porque, en su estado, la mujer difícilmente habría podido acercarse por sí misma. Su condición física, su vergüenza social y su opresión espiritual eran barreras que la mantenían lejos de la iniciativa. Pero Cristo, como siempre, toma la primera acción.

Este llamado refleja la manera en que Dios actúa con cada uno de nosotros. No somos nosotros quienes buscamos primero a Dios; es Él quien nos busca. Jesús lo expresó claramente: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44). Y en otra ocasión: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15:16).

El llamado de Jesús es personal. Él no dice: “Alguien venga”, sino que llama a la mujer en particular. Esto significa que su gracia no es impersonal ni generalizada; es específica y dirigida. Cristo nos llama por nombre, porque conoce nuestra historia y nuestras luchas.

Además, este llamado es transformador. No es una invitación a permanecer igual, sino a levantarse y caminar en libertad. En este sentido, el llamado de Cristo siempre nos saca de la pasividad para conducirnos a una vida nueva.

Hoy también, Cristo te llama en medio de tu condición. No espera a que seas fuerte o perfecto. Te llama en tu debilidad para mostrarte su poder. El llamado de Cristo rompe la barrera de la vergüenza y abre el camino a la libertad.

“Mujer, eres libre de tu enfermedad”

La mujer encorvada es libre 

Las palabras de Jesús son contundentes: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Con esta declaración, Jesús no realiza un proceso médico, no da un diagnóstico, no prescribe tratamiento. Simplemente declara una realidad espiritual que transforma la vida de esta mujer.

Aquí podemos notar varias cosas:

  1. Jesús declara libertad, no solo sanidad: No dijo: “Mujer, tu cuerpo está sano”, sino: “Eres libre”. Esto va más allá del aspecto físico. Significa que la raíz de su opresión —un espíritu de enfermedad— fue deshecha. La sanidad fue integral: cuerpo, alma y espíritu.
  2. El poder de la palabra de Cristo: La palabra de Dios no es informativa, sino creativa. Como en la creación, cuando Dios dijo: “Sea la luz, y fue la luz” (Génesis 1:3), así también la palabra de Jesús trae existencia a la libertad.
  3. La libertad es total: No quedó “un poco mejor” o “casi sana”. Jesús no ofrece alivio parcial, sino libertad completa. Cuando Él actúa, no deja cadenas rotas a medias.

Aplicación para hoy: muchas veces buscamos que Dios solo alivie el dolor superficial de nuestras vidas —un problema económico, una enfermedad física, un conflicto puntual—, pero Cristo va más profundo. Él no solo quiere quitar el síntoma, sino romper la cadena espiritual que lo produce.

Cuando Jesús dice: “Eres libre”, ninguna fuerza del mal, ninguna condenación del pasado, ninguna opinión humana puede contradecir su palabra. Su voz es final, absoluta y eterna.

El toque de Jesús: poder y ternura

Después de declarar la palabra, Jesús puso sus manos sobre ella. Este gesto tiene un valor simbólico y espiritual inmenso.

En la Biblia, la imposición de manos estaba relacionada con varias cosas:

  • Bendición (Génesis 48:14).
  • Consagración (Números 27:18-23).
  • Sanidad (Marcos 6:5).
  • Transmisión del Espíritu Santo (Hechos 8:17).

En este caso, el toque de Jesús combina poder y ternura. Poder, porque en ese contacto la mujer recibe la fuerza divina para ser enderezada. Ternura, porque un gesto de contacto físico hacia una mujer marginada rompía las barreras sociales y transmitía aceptación.

El toque de Jesús nos enseña que Dios no es un ser lejano, sino cercano. El cristianismo no es una religión de distancia, sino de intimidad. Cristo se acerca a lo que otros rechazan, toca lo que otros consideran impuro, y restaura lo que otros han despreciado.

Hoy también necesitamos ese toque, no necesariamente físico, sino espiritual. El toque de Cristo sana heridas invisibles, levanta la autoestima rota y enciende esperanza en el corazón apagado.

La respuesta de la mujer: glorificaba a Dios

La historia no termina con la sanidad, sino con la adoración. La mujer, al ser enderezada, comenzó a glorificar a Dios. Esto nos enseña que la sanidad no era solo para beneficio personal, sino para dar gloria al Señor.

La mujer encorvada glorificaba a Dios

Aquí hay tres elementos importantes:

  1. La reacción inmediata: El texto dice que “se enderezó luego, y glorificaba a Dios”. No hubo demora. Su gratitud fue instantánea. Cuando Dios hace algo en nuestras vidas, nuestra respuesta debe ser rápida y sincera.
  2. La gratitud como fruto de la libertad: El verdadero milagro no solo cambia el cuerpo, sino que transforma el corazón en un altar de gratitud. Muchos reciben bendiciones y se olvidan de Dios, pero esta mujer entendió que la gloria debía ser para Él.
  3. El testimonio público: Su adoración no fue privada, sino en medio de la sinagoga. Ella se convirtió en testimonio vivo del poder de Cristo.

Esto nos recuerda que cuando Dios nos libera, debemos dar testimonio y glorificarlo públicamente. Nuestra vida debe reflejar el cambio y ser un motivo para que otros reconozcan la grandeza de Dios.

La ley vs. la gracia: el conflicto con los religiosos

La reacción del principal de la sinagoga fue de indignación: “Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de sábado” (Lucas 13:14). Para él, la sanidad en sábado era una violación de la ley.

Jesús lo confronta diciendo: “Hipócrita, ¿cada uno de vosotros no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lucas 13:15-16).

Este contraste revela varias verdades:

  1. La religión puede cegar al corazón: El principal de la sinagoga estaba más preocupado por defender su interpretación rígida de la ley que por alegrarse del milagro. La religiosidad sin amor se convierte en esclavitud.
  2. La gracia de Cristo supera la letra de la ley: Jesús muestra que la verdadera observancia del sábado no es abstenerse de obrar, sino manifestar la misericordia de Dios. La ley escrita sin amor es incompleta; la gracia cumplida en Cristo trae vida.
  3. El valor del ser humano por encima del ritual: Jesús llama a la mujer “hija de Abraham”, reconociendo su dignidad y derecho al pacto. Para Él, liberar a un ser humano es más importante que mantener un ritual vacío.

Aplicación para nosotros: hoy también podemos caer en el error de valorar más las formas que las personas. A veces la iglesia defiende tradiciones humanas mientras ignora el dolor de los necesitados. Pero Cristo nos llama a ser canales de gracia, a poner la misericordia por encima del ritual, y a recordar que el evangelio es libertad, no esclavitud.

Reflexiones y lecciones para nuestra vida

Siete lecciones que nos enseña la historia de la mujer encorvada

1. Dios te ve: Su mirada nunca te ignora

En un mundo donde millones de personas pasan desapercibidas, es fácil sentir que nadie nota tu dolor. La mujer encorvada llevaba 18 años ignorada. Probablemente, la gente de su comunidad ya se había acostumbrado a verla así: encorvada, sin poder enderezarse, sin fuerzas para mirar al cielo. Pero Jesús la vio.

Esto nos enseña que nada se oculta de sus ojos (Hebreos 4:13). Tus lágrimas en la soledad, tus luchas internas que nadie entiende, tus cargas silenciosas… todo está ante la mirada del Señor. Cuando otros pasan de largo, Cristo se detiene a mirarte con compasión.

Aplicación práctica: No pienses que tu historia es demasiado pequeña para que Dios la note. Aunque el mundo te ignore, Jesús siempre está consciente de tus batallas.

2. La sanidad es integral: Cuerpo, alma y espíritu

Jesús no solo enderezó la espalda de aquella mujer; restauró su dignidad. El encorvamiento físico es un símbolo de cómo las cargas internas también doblan al ser humano. Muchos hoy caminan erguidos por fuera, pero encorvados por dentro: sin esperanza, cargados de vergüenza, dominados por la culpa.

Cristo vino a traer una sanidad integral (1 Tesalonicenses 5:23). Su obra toca lo físico, lo emocional y lo espiritual. Te devuelve la autoestima, te recuerda tu identidad en Él y te capacita para caminar con la frente en alto.

Aplicación práctica: Examina tu vida. ¿De qué necesitas ser sanado? ¿Solo de un problema físico o también de heridas del corazón y cadenas espirituales? Jesús quiere enderezar tu vida en todas las áreas.

3. Nunca pierdas la fe: Perseverar aunque pasen los años

Dieciocho años es mucho tiempo. Seguramente, esta mujer había orado muchas veces sin ver respuesta. Aun así, seguía yendo a la sinagoga. No se rindió en su fe.

Esto nos muestra que la perseverancia en la fe es esencial. Hebreos 11:6 nos recuerda que Dios recompensa a los que le buscan. Aunque pareciera que nada cambiaba, la mujer seguía asistiendo al lugar de adoración, y allí fue donde encontró su milagro.

Aplicación práctica: ¿Cuánto tiempo llevas esperando una respuesta de Dios? No abandones tu fe. Tal vez hoy sea el día en que Jesús te mire y diga: “Mujer (o varón), eres libre de tu enfermedad”.

4. Jesús toma la iniciativa: Él te llama

Lo impresionante del relato es que Jesús no esperó a que la mujer le hablara. Él la vio, la llamó y la tocó.

Esto revela la gracia de Dios: no siempre depende de tu fuerza, sino de su iniciativa de amor. Aun cuando no tienes palabras para orar, aun cuando tu fe parece apagada, Cristo se acerca, te llama y extiende su mano hacia ti.

Aplicación práctica: No esperes sentirte digno para acercarte. Jesús ya tomó la iniciativa. Él te está llamando hoy para que recibas libertad.

5. La libertad en Cristo es verdadera

El texto dice: “Y al instante se enderezó” (Lucas 13:13). Cuando Cristo liberta, no hay proceso humano ni cadena espiritual que pueda detenerlo.

La mujer no necesitó terapias, ni ayudas externas, ni fórmulas mágicas. Bastó una palabra y un toque del Maestro. Así es la libertad en Cristo: total, inmediata y definitiva (Juan 8:36).

Aplicación práctica: ¿Hay cadenas que sientes imposibles de romper? Recuerda: no importa la fuerza del yugo, Jesús tiene autoridad para desatarte.

6. La gratitud glorifica a Dios

Una vez enderezada, la mujer comenzó a glorificar a Dios. Este detalle es clave. La sanidad no solo fue un beneficio personal, sino una oportunidad para dar gloria al Creador.

Muchos reciben bendiciones, pero pocos vuelven a agradecer. La gratitud no es solo cortesía: es un acto de adoración. La adoración es la respuesta natural a la obra de Cristo.

Aplicación práctica: Cada vez que Dios te libere, sana o bendiga, no olvides levantar tu voz de gratitud. No seas como los nueve leprosos que no volvieron (Lucas 17:11-19). Sé como la mujer encorvada: usa tu libertad para glorificar.

7. La gracia supera la ley

El milagro ocurrió en sábado, lo que provocó críticas de los religiosos. Ellos estaban más preocupados por sus reglas que por la vida de la mujer.

Jesús les confrontó, mostrando que el amor y la gracia de Dios están por encima de las interpretaciones rígidas. La verdadera ley se cumple en el amor (Romanos 13:10).

Aplicación práctica: Nunca permitas que la religión sin compasión te robe la libertad en Cristo. Jesús no vino a imponerte cargas, sino a levantarlas.

Aplicación práctica: ¿Qué significa estar encorvado hoy?

El encorvamiento no siempre es físico. Muchas veces, es espiritual y emocional. Hoy hay miles de personas que, aunque caminan erguidas por fuera, están encorvadas por dentro.

Estar encorvado hoy puede significar:

  • Vivir bajo el peso de la ansiedad o depresión, que roba la paz.
  • Cargar con culpas pasadas que no permiten mirar hacia adelante.
  • Ser oprimidos por adicciones o hábitos destructivos.
  • Sentirse menospreciados, rechazados o invisibles para la sociedad.
  • Vivir bajo estructuras religiosas o tradiciones humanas que atan en lugar de liberar.

La buena noticia es que el mismo Jesús que liberó a la mujer encorvada sigue teniendo poder hoy. Su amor y su autoridad no han cambiado.

Aplicación práctica: Pregúntate: ¿Qué me tiene encorvado? ¿Qué me impide caminar erguido delante de Dios? Hoy puedes traer esas cargas a los pies de Cristo.

Caminar con propósito

Después de su liberación, la mujer ya no caminaba mirando al suelo, sino hacia adelante y hacia arriba. Así también, cuando Jesús te toca, te endereza para que vivas con dignidad y propósito.

Caminar erguido en Cristo significa:

  • Vivir con esperanza, mirando hacia el cielo.
  • Testificar que Jesús tiene poder para transformar.
  • Dejar atrás las cargas del pasado y avanzar hacia lo nuevo.
  • Glorificar a Dios con una vida que refleja su gracia.

Aplicación práctica: Tu libertad no es solo para ti. Es para que otros vean en ti la gloria de Dios. Vive enderezado, no solo físicamente, sino espiritualmente, caminando con propósito.

Conclusión de la Reflexión Sobre La Mujer Encorvada: Levántate y glorifica a Dios

La mujer encorvada es un espejo de nuestra propia condición: cargados, limitados, atados. Pero también es un reflejo de la esperanza que tenemos en Cristo: Él nos ve, nos llama, nos toca y nos libera.

No importa cuánto tiempo hayas estado encorvado por tus luchas. Hoy puedes escuchar la voz de Jesús: “Eres libre de tu enfermedad”.

Y cuando eso ocurra, no vivas como antes. Camina con la frente en alto, con gratitud en tu corazón y con la firme convicción de que tu vida es un testimonio del poder de Dios.